Basándose en los últimos descubrimientos en genética del comportamiento y en neurobiología, el autor ha analizado la composición genética de unos mil individuos de diferentes edades y contextos sociales y ha comparado muestras de sus ADN con una escala que mide la espiritualidad, consiguiendo identificar un “gen de Dios” específico -el VMAT2- que demuestra cómo ésta se manifiesta en el cerebro.
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